Cuenta la leyenda que cada persona es única y toma sus propias decisiones.



Una paradoja con múltiples interrogantes y misterios. Cada día se tiene elegir un destino, se ambicionan objetos, un estilo de vida, profesión, un trabajo, viaje, pareja o cualquier decisión siempre es basada en situaciones similares previamente asimiladas por nuestra mente, juzgadas y comparadas, el resultado muchas veces es predecible. 

En la mayoría de personas crece con el concepto de una necesidad de aceptación social, no todos lo piensan conscientemente. Siempre lleva consigo un disfraz de autonomía personal, muchos la elogian como una gran cualidad pero en muy pocos casos es hallada de forma pura. La sociedad tiene su propio mundo de lenguaje, jergas, creencias, prejuicios, hazañas etc. y termina ensamblando a cada persona como una fabrica de juguetes, cada juguete es un individuo de la fábrica que llamamos comunidad. 

Inicia desde edades tempranas de la vida, donde el tutor, generalmente un adulto, adoctrina a los niños aplauden determinadas conductas y rechazan aquellas que van en contra de sus normas. Incluso en animales observamos que aprenden ciertas conductas por ejemplo, la realización de necesidades fisiológicas en sitios fuera de la casa o en el espacio destinado a ello, por medio de la repetición de las mismas, castigos o estímulos. 

El animal, después de mucho tiempo, muchos meses de conductas repetitivas, siente el impulso fisiológico de satisfacer su necesidad en el medio de la casa, puede elegir el sitio más cercano o el sitio donde aprendió durante toda su vida. ¿Cuál de las dos opciones cree que elegirá? Obviamente, la segunda opción. Igual situación se observa con los seres humanos.

Es por ello que el concepto de autonomía absoluta es realmente muy difícil de aplicar, porque está muy basado en lo aprendido en la escuela de la vida, está arraigado en la mente así como el caminar. Es difícil que una persona acostumbrada a pensar de determinada forma cambie, necesita una revolución interior que conduzca a la auto observación y posteriormente al cambio deseado. No es fácil dejar el hábito, estará de por vida y entre más temprano fue aprendido más difícil de cambiar.



Basta convivir en una sociedad para conocer su forma de pensar y se puede incluso predecir la forma de actuar ante determinadas situaciones. Por ejemplo, es preguntar a los estudiantes de último grado, ¿Qué desean para su vida? y nos encontraremos con muchas de estas respuestas como estudiar determinada carrera. Algunos se pueden observar dentro de la misma como autómatas con cierto grado de voluntad, sin siquiera ser consciente su papel en el futuro y el estudio busca crear un espacio donde trabajar, crear o servir en la sociedad  a cambio de un sustento para una vida dibujada desde la inocencia de infancia. De allí que muchos cambien de carrera, pareja, objetos, vida, etcétera. al no verse montados en su barquito de papel.

No quiero dejar el concepto que estudiar sea malo, todo lo contrario, estimula el pensamiento, la inteligencia y brinda un juicio más adecuado para tomar las decisiones correctas sin ser unos fanáticos seguidores inconscientes de la sociedad. Las enseñanzas de la sociedad igualmente no son malas, solo que muchas permanecen inmutables y carecen de funcionalidad. El pensamiento evoluciona conforme aparezcan verdaderos líderes que piensen y creen cosas diferentes. Finalmente como pregunta personal ¿Dónde está nuestro libre albedrío? 

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